El proyecto de Miguel Ángel y su equipo comienza gracias a Malad, un joven saharaui que preside una ONG y que contacta con la Universidad Rey Juan Carlos. Así, la URJC, en conjunto con la Universidad Complutense de Madrid, empiezan a desarrollar un proyecto en el territorio de la RASD, esto es, la República Árabe Saharaui Democrática, dirigido a la población saharaui que actualmente habita en los campamentos de Tindouf.
Este plan se ha realizado en colaboración con el gobierno de la RASD, que tiene entre sus prioridades garantizar la educación primaria de todas las personas del territorio, poniendo el foco en mejorar la formación de los profesores en los campamentos. Esto se realiza a través de un modelo de formación que combina encuentros presenciales y tareas online a través de la plataforma de aula virtual de la Universidad Complutense de Madrid. La idea es que, además de recibir esta formación, los docentes participantes obtendrán también la certificación de la misma como “Diploma de Formación Especializada en Competencias Docentes”, Título Propio expedido por la Universidad Complutense de Madrid, cuestión bastante importante para su currículum profesional.
Los responsables del proyecto establecieron espacios de formación en el Centro de Formación de Profesorado de la wilaya de Smara en los campamentos, teniendo que enfrentarse a diversos problemas por la propia situación de la zona: la población saharaui está distribuida de manera muy dispersa a lo largo del territorio, lo que genera problemas de aislamiento para algunas personas de la zona y hace que sea más complicado llegar a ellas y que participen de iniciativas como esta; por otro lado, el contexto político de la zona tiene una gran relevancia. El pueblo saharaui se encuentra desde hace varias décadas inmerso en un conflicto bélico con Marruecos, lo que dificulta notablemente, aparte de la vida en la zona, cualquier tipo de acción o proyecto que se pretenda promover.
El proyecto se prolongará todavía hasta abril-mayo de 2024 cuando termine la actividad formativa, pero la evaluación hasta el momento es bastante positiva por parte de los estudiantes y de los responsables del gobierno de la RASD. Se valora mucho tanto el equipamiento facilitado como los contenidos de la formación y la certificación oficial por parte de una universidad española. Además, el hecho de que esta actividad pueda tener una continuidad y repetición sin necesidad de un gran desembolso, sino simplemente dedicación, da un valor añadido muy importante.
Miguel Ángel y yo estuvimos hablando también del papel que tienen las Universidades, y más concretamente los estudiantes, en la promoción y realización de este tipo de proyectos. Si bien es cierto que dentro de las Convocatorias de Cooperación al Desarrollo participan también alumnos, ambos coincidimos en que el nivel de implicación real y el desarrollo de herramientas que promuevan su participación siguen siendo todavía tareas pendientes. En cualquier caso, tuvimos una conversación muy interesante y fructífera, reflexionando sobre el valor que tienen este tipo de proyectos y la importancia de tener en cuenta el contexto de la población a la que se dirigen.
Sara Villodre Pérez
Becaria Unidad de Cooperación al Desarrollo y Voluntariado.